He
insistido mucho en el capítulo anterior (que os recomiendo volváis a leer) en la necesidad de que esta última sección
del Curso la contempléis tan fundamental como cualquiera de las anteriores, ya
que el Curso solo tendría sentido si vuestro VIVIR es coherente con todo “lo
teórico” que hayáis podido encontrar en los capítulos anteriores; y os decía
que esta coherencia requiere tener siempre presente los cinco principios
básicos siguientes…
…
y en el hecho de aplicar esa coherencia en cada instante de cada día; y
finalizaba el capítulo anunciándoos que en éste iba a hablaros de la influencia
de las escusas como “es que….” y del poder del “amor” en la coherencia; y,
finalmente, no olvidemos el significado que pueda tener el título de este
capítulo: “Coherencia y sentido común”
Vamos
a ver, pues, de qué va todo este planteamiento
Recordemos
que en la sección 41 tratábamos de los “grandes objetivos” que cada uno se
fijaba para lograr su bienestar o felicidad, y los caminos de acción para
lograrlo, y acabo de decir en las líneas anteriores que esto hay que tenerlo
presente y exigírnoslo en todo instante de cada día. Pero ¿es esto posible?,
¿puede una persona estar auto-exigiéndose esto continuamente?. Bien, las
preguntas no son nada banales, y el respondérnoslas de forma adecuada es
determinante para lograr el éxito de bienestar pretendido, o no.
Hace
ya muchos años que leí una frase que decía que el mayor reto del ser humano es
“tener que decidir”. Tenemos una gran inteligencia analítica y discursiva, y
somos capaces de analizar y razonar de forma externa con otras personas y con
nosotros mismos en el silencio de nuestro interior, y esto de forma continua.
Además, como dice el segundo de los principios anteriores, el círculo del
pensar-sentir-actuar nos está condicionando continuamente. ¿He dicho
“condicionando”?, y….. ¿“condicionando”
quiere decir “limitando”?; bueno, podríamos aceptar que sí pueda significar
eso, pero también significa “auto-motivando” (ver secciones 33 y 34) y ahí está el
secreto para poder ser felices, o no, según si vivimos “obsesionados” y
“castigados” ante las exigencias de cumplimiento de los caminos trazados,
o -por el contrario- nos relajamos y
auto-motivamos con una acertada, lógica y coherente aplicación del “sentido
común” a nuestra realidad.
Ser
coherentes es “hacerse quien uno es” o, como me
gusta decir a mí, “no traicionarse a uno mismo”, no tratar de engañarnos. Para
ello, hemos de eliminar totalmente “las
escusas”. ¿Qué son las escusas?, son razonamientos falaces que tratan de
justificar(nos) los comportamientos que nosotros mismos calificamos de
incoherentes o improcedentes para los objetivos que pretendíamos (recordar sección 15 Distorsiones cognitivas).
Una de las escusas más comunes en nuestro lenguaje (PNL) es la expresión “es
que...”; expresión que debiéramos rechazar totalmente de nuestra forma de
pensar, ya que constituye una grieta absoluta en la fortaleza que la coherencia
debe aportar a nuestra vida.
Partamos,
pues, de que ya estamos convencidos de que debemos eliminar el “auto-engaño” de
las escusas. Entonces, el estado siguiente ¿sería la autoexigencia espartana o
monacal?. No; no en mi opinión, y quiero matizarlo: estoy totalmente de acuerdo
con un principio general de cualquier técnica de reconducción terapéutica que
las pautas de comportamiento prescritas deben seguirse, en la forma que se
indiquen, si se quiere obtener resultados; y que “la manga ancha” suele ser
peligrosísima; pero hay una palabra que se usa muchísimo en estos ámbitos del
crecimiento personal, de la búsqueda de la felicidad, o del perfeccionismo
(“santidad cristiana”) con la que no estoy nada de acuerdo, esta palabra es “sacrificio”.
Yo no creo, en absoluto, que la
felicidad se consiga a base de “sentir” - “padecer” esa sensación de
“sacrificio”. Creo que nada se consigue fácilmente; creo que hay que esforzarse
mucho para lograr nuestros objetivos; ……pero ¿cómo puedo aceptar como “coherente”
el sentirse en estado de sacrificio si mi planteamiento vital es ser feliz en
cada instante de cada día?. Para mí, esta apelación al “sacrificio” no es más
que una reminiscencia religiosa –y política-
que, en el extremo, lleva a la sumisión de los más desfavorecidos en
base a prometerles una felicidad eterna en el más allá, en el cielo, tanto “más segura” cuanto más sea su sacrificio en
esta vida terrenal. Y, por aquí, en el ámbito de este Curso, no paso.
Mi
filosofía es que ese caminar por la senda del esfuerzo hacia nuestros objetivos
debe estar apoyado en todo momento por
“el amor”; por el amor a todos y a todo, empezando por nosotros mismos:
si yo recibo amor cada día me sentiré bien; si yo me quiero cada día, me
sentiré muy bien
El
“amor” es algo “no racional”; y esto no
es equivalente a decir que el amor “es loco”, sin sentido. El amor es
“meta-racional”, es decir: va más allá de lo racional: “se siente y se
comprende, pero no se crea con razonamientos”. En el capítulo 1201 desarrollé mis
ideas sobre dónde y cómo se centra nuestra capacidad de sentir y actuar; pues
bien, yo os digo que ser coherente consiste en sentir lo que queremos en
nuestra vida y caminar hacia ese objetivo, pero una parada en el camino, o
incluso una cierta vuelta por un sendero adiciona,l no es desastroso si somos
conscientes de ello y -apoyados en esa consciencia- retornamos a la senda
correcta cuando nos sintamos con ganas de ello. Nada de sacrificio, simplemente
sentido común y auto-motivación.
Yo
no puedo comprender que amar a una persona sea vivir sacrificada por ella. No
puedo entender que amar una idea filosófica de vida (como puede ser ayudar a
los refugiados y víctimas de una guerra) se pueda desarrollar con sentimientos
de dolor y sacrificio. Yo no puedo creer que el creador de una obra artística
trabaje en ella toda la noche con sentimientos de dolor y sacrificio. Creo que
las personas somos felices si somos coherentes, y somos coherentes cuando
hacemos cosas que nos están produciendo satisfacción; cuando hacemos lo que “queremos
hacer”; cuando al hacerlo nos sentimos que estamos aportando gramos de
felicidad, o satisfacción, a nuestro estado de ánimo. Y, en esos momentos,
debemos decirnos: soy feliz porque me quiero
Para
acabar este capítulo voy a poneros un enlace a un post de mi amiga Natalia
que en su Blog “Soy esencia pura” suele ofrecernos vivencias de su caminar por
el sendero del dominio de la glotonería. No os lo pongo como ejemplo “indiscutible”
respecto a lo que planteo en este capítulo, sino como un elemento de ayuda para
"dudar" de una experiencia real y conectar más con los sentimientos y vivencias
concretas de cada uno. Los que habéis
seguido fielmente todo el Curso sabéis que doy un valor tremendo al crecimiento
en felicidad de una persona en base a la “emoción básica de la sorpresa” que se
traduce en la práctica en las actitudes de curiosidad, experimentación e
investigación. Nada hay más creativo que
las dudas; nada hay que nos acerque más a la verdad “propia” que dudar de las “verdades”
de los demás
Espero
vuestros comentarios y dudas a mis planteamientos
No hay comentarios:
Publicar un comentario