En este capítulo vamos a tratar un enfoque importante en
el camino hacia nuestra felicidad; y es el tomar consciencia de cuál es el
verdadero sentido de la "auto-motivación".
Y, en mi opinión, el verdadero sentido es que el “estado”
natural del ser humano feliz es el de una automotivación continua, natural, no
forzada, sana; y que el estado no-sano
es cuando sucede o se da alguna de las situaciones de “des-motivación” que reseñaba en el capítulo3301.
Y ¿por qué considero que es muy importante este
planteamiento?, porque de que lo aceptemos como válido, o no, depende una
“actitud” pro-activa hacia el bienestar o hacia el malestar: El principio
fundamental: “Tal como pensemos, así nos sentiremos”. Veámoslo
Pensemos en las situaciones de enamoramiento; de estar
bailando celebrando una fiesta; de desarrollar una pregunta de examen que nos
sabemos perfectamente; de ejecutar una pieza de música que hemos interpretado
docenas de veces y nos encanta; etc… En todas estas situaciones estaremos de
acuerdo en que no es necesario un pensamiento, una decisión, un esfuerzo
especial para motivarnos a hacer lo que estamos haciendo. No sentimos la
necesidad de motivarnos.
Veamos otro par de situaciones típicas de “re-comienzo de
curso”: Ir al gimnasio para adelgazar y fortalecernos, y aprender inglés de una
definitiva vez. Para ambas situaciones parece claro que necesitamos una
motivación especial… básicamente para su inicio; pero según vamos realizándolas
día tras día la necesidad y exigencia de auto-motivación va siendo menos
requirente. Sin embargo, en cuanto empecemos a fallar un día, dos, o poco a
poco más, el sentimiento de motivación va desapareciendo al crecer gradualmente
las des-motivaciones que relacionábamos en el capítulo anterior.
Por tanto, según mi enfoque personal, la actitud sana
debe ser asumir en nuestra forma de vida que estar motivados es lo natural
cuando se tiene un objetivo vital al que encauzamos nuestro día a día, y que
los sentimientos de des-motivación son algo que nos surgen y a los que debemos
afrontar. Es exactamente igual que la salud física. Estar sano, sin
enfermedades, lo tenemos como normal, como natural, y un catarro, una herida, o
una otitis son alteraciones de la situación normal a las que debemos afrontar.
Por tanto, nada de “pensar” que no tenemos fuerzas,
suficientes fuerzas, para auto-motivarnos; vivamos normalmente cada día y
estaremos motivados…. ¡¡¡Pero vigilemos las situaciones de des-motivación!! Y
hagámoslas frente.
De esto va este capítulo
Recordemos el cuadro que nos permite tener a la vista los
factores determinantes de la motivación o desmotivación
Esta imagen nos permite plantearnos la cuestión bajo esa
perspectiva de “proceso y situación”
El conseguir nuestros objetivos en la vida, el conseguir
vivir felizmente, no debe ser una “meta final”, algo que consigamos ….. “a
tiempo” antes de morirnos. Nuestro objetivo vital, nuestro objetivo de vivir
felices debe ser actual, de este mismo momento, de cada momento de nuestra
vida.
Pero es evidente que la vida es un proceso, una sucesión
de momentos; y es cierto, también, que nos es muy difícil vivir sin pensar en
el futuro, ni condicionarnos por el pasado. Esto es así, y por eso se produce
lo que refleja el cuadro anterior.
Para “sacarle todo su jugo” lo primero que no debemos
perder de vista es que los “factores determinantes” son de carácter positivo y
negativo, y todos interrelacionados entre sí, dando así origen a cuantas
situaciones particulares podamos imaginar; porque, en definitiva…..
Comencemos a repasar las variaciones factores -
situaciones.
Dificultad
intrínseca de la tarea, meta, u
objetivo vital.
Es evidente que no todo lo que deseamos hacer o lograr en
la vida tiene la misma dificultad, ni está igualmente en nuestras manos o
posibilidades, siendo ésta, precisamente, una de las primeras condicionantes
para ser racionalmente felices: Si uno sueña, se empecina en metas
inalcanzables para sí mismo, está apostando seguro al fracaso emocional. En la
parte cuarta de este Curso: “Coherencia Vital” nos dedicamos específicamente a
este tema.
Por tanto, vamos a pensar que las metas u objetivos
personales que nos pongamos sean lógicas y racionalmente posibles. Bajo esa
premisa, no obstante, en el proceso temporal de su logro podemos adoptar dos
actitudes contrarias: o sentirlas simplemente como retos o hitos en su logro o
realización, o ir reforzándonos con la idea de ser “irrealizables”, “inalcanzables”. Y daros cuenta que en el cuadro yo no he escrito esas dos
palabras sino “insuperable”, que tiene un matiz mucho más de percepción
subjetiva. De alguna forma sería como pensar: “no es que la meta o tarea no sea
posible realizarla, alcanzarla, ….es que yo no puedo, “me supera” el esfuerzo
que hay que hacer para lograrlo.
Esta forma de pensar puede ser errónea, negativa; propia,
o inducida por los demás (¡¡cuidado, no puedes!!; piensa en esto y en aquello; te
estás matando; no lo vas a conseguir;!!!
etc…), o puede ser el paso ¡¡sanísimo!! de tomar consciencia que debemos
“reconducir” nuestros objetivos vitales. Como digo, de esto trata la cuarta
parte de este Curso
El segundo factor hace referencia a la naturaleza del premio, o reconocimiento que esperamos lograr.
Este factor es “muy traicionero”. ¿Qué quiero decir con
esto? ….¡¡¡que hay que tener cuidado con el locus de control!! y ser conscientes de si realmente es nuestro
verdadero objetivo o una “motivación externa”. De ahí, el aspecto que se señala
en el apartado de la actitud mencionado con la expresión “pavor al fracaso”. Muchas
veces nos “fijamos metas” que de alguna forma nos han sido impuestas (o
sugeridas) por los demás (una determinada carrera; hacernos cargo del negocio
familiar; aprender determinados idiomas para poder trabajar en…; etc.) y
realmente el pavor al fracaso no suele ser por nosotros mismos sino en relación
a la probable reprobación o minusvaloración de los demás, de aquellos “a los
que tenemos que rendir cuentas”.
Y si no es así, si no se produce ese secuestro
motivacional externo, es posible que nos demos cuenta de que realmente no “nos
merece la pena” seguir “luchando por ese objetivo”. Nuestro objetivo vital debe
ser -¡¡¡en todo momento!!!- sentirnos felices.
Mirad, os voy a contar un caso que viví en un taller que
trataba de estos temas, y que me impactó muchísimo por la tremenda discusión
que provocó en el grupo, y la situación personal durísima que relató el
implicado. Se trataba de un hombre de 40 años. De familia acomodada, con un
negocio importante de fabricación metalúrgica. Él, además de la carrera de
ingeniero tenía una formación artística total, especialmente en la música, y
con una filosofía hedonista de grado sumo. Esta persona tenía varios hermanos,
y cuando acabó sus estudios de ingeniería “se le permitió” familiarmente vivir
su vida a su aire y se pasó 10 años recorriéndo el mundo participando en todo
tipo de grupos musicales y actividades de teatro y espectáculos diversos. Pero
murió su padre, Director de la empresa familiar, y la familia le reclamó para
que ocupase “el lugar que le correspondía” y colaborase con sus hermanos en el
desarrollo de la empresa.
Esta persona acudió al taller cuando llevaba cinco años
trabajando con sus hermanos, y en una situación psicológica realmente grave,
que incluso le estaba afectando a su salud física de forma importante. Este
hombre lloró, delante del grupo, todo lo que podáis imaginar mientras nos
contaba cómo él tenía clarísimo “lo que debía hacer” en el plano familiar, pero
lo infeliz que se sentía. Nos contaba cómo la empresa iba muy bien y cómo toda
la familia estaba encantada con él. Pero él sabía que “no deseaba” nada de lo
que estaba haciendo, y que los logros que estaban obteniendo no le compensaban
en absoluto lo que estaba renunciando de su vida artística.
No quiero entrar en los aspectos del “deber” y de la
empatía y solidaridad con su familia que se plantearon en la discusión
(básicamente por su elevado nivel de hedonismo). Solo quiero poneros de relieve
un caso ejemplar de lo que estamos comentando de “des-motivación”, producida no
por la dificultad de la meta, sino por la no adecuada valoración de la misma
para el sujeto en cuestión; y mi propuesta al respecto es que
El tercer ámbito a comentar es el temporal: el tiempo que nos fijamos para obtener los
logros, objetivos o metas. Indudablemente el tiempo todo lo transforma, y
nuestro estado de ánimo y capacidades también.
Pero este factor no quiero comentarlo por sí solo, sino
conjuntamente y relacionándolo con el señalado en cuarto lugar: el aspecto de “realización paulatina”.
He dicho anteriormente que nuestro objetivo no puede ser
el llegar a ser felices el día de nuestra muerte, sino el sentirnos felices día
a día en nuestro camino por la vida. Suele decirse que los verdaderos
montañeros no son los que solo se sienten felices cuando han llegado a la cima
de la montaña, sino los que saben apreciar las bellezas del camino.
El ponerse objetivos de felicidad “…cuando….” es uno de
los errores más frecuentes en el ser humano. Tenemos una enorme facilidad en
atribuir la posibilidad de ser felices solo a si acontece determinado suceso, o
se da determinada condición (tocarnos la lotería, cuando acaben los estudios
mis hijos, cuando me jubile, etc….), que no es más que perder el locus de
control interno. No es conveniente fijar exclusivamente nuestra felicidad en un
suceso futuro, ….que pueda suceder, o no.
Sin embargo, son perfectamente validos objetivos a largo
plazo que sí estén totalmente en nuestras manos, que dependan exclusivamente de
nuestra responsabilidad. En estos casos, nuestra felicidad, nuestro bienestar,
dependerá de nuestra capacidad de transformar ese objetivo a largo plazo en realizaciones paulatinas cuyas
consecuciones irán constituyendo nuevos apoyos de ánimo y motivación; …o, por
el contrario, “crónica de fracasos”. Pero los “fracasos” nunca deben ser los
que nos atribuyan los demás. Un “fracaso” es un “no aprendizaje”. Las cosas que
nos salen mal, las metas que no logramos, no son fracasos, son motivos,
oportunidades de aprendizaje y de reconducción.
Y, como ya vimos en la sección 32 anterior, ese aprendizaje en la dificultad es lo que va creando y
fortaleciendo nuestro nivel de resiliencia
Quienes hayáis leído con atención este capítulo, os
habréis dado cuenta de la importancia definitiva que tiene la tercera columna
del cuadro: la influencia de los demás en el logro de nuestros objetivos y en
el estado de ánimo de motivación o desmotivación. Depender, o no, de los apoyos
o contras de los demás es un factor a gestionar que no debemos obviar. Para ser
definitivamente felices tenemos que aprender a apoyarnos en la gente positiva
que puede haber a nuestro alrededor y a prescindir, alejarnos, de la gente
tóxica que pueda estar influyéndonos negativamente. (Os recomiendo al respecto
los libros “La brújula interior” de Alex
Rovira, y “Gente tóxica”, de Bernardo Stamateas.)
Bien, daremos por acabado este largo capítulo. En el
próximo volveremos sobre el mismo tema pero bajo la perspectiva concreta de los
trabajos científicos de dos especialistas de la desmotivación.
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