Hoy nos vamos a enfrentar
a uno de los capítulos más difíciles de este Curso. Bueno, en realidad
no es del todo exacta esta expresión; la realidad es que yo me enfrento a uno
de los capítulos más difíciles de desarrollar.
Y ¿por qué?, porque, con toda probabilidad, si preguntásemos a cualquier
persona qué entiende, o qué se imagina lo que quiere decir el título de este
capítulo casi seguro que coincidirían todos y nadie tendría ninguna duda o
dificultad para contestar: “pues que oír música y bailar viene muy bien para
quitar las tensiones y olvidarnos de los momentos de tristeza o amargura”, …y
ya está, así de sencillo; pero resulta que yo voy a intentar algo “tan poco sencillo” como decir que sí, que
eso es así, pero que no sólo es eso y así
Bien,
empecemos con este galimatías
Los
que hayáis seguido este Curso a lo largo de todos sus capítulos tendréis ya muy
claro el objetivo o sentido fundamental del mismo: Ir adquiriendo capacidades para gestionar nuestro día a día en
orden a poder sentirnos en paz y bienestar con nosotros mismos y nuestro
entorno.
Todos
recordamos la frase “la música amansa a las fieras”; y todos conocemos la
existencia de miles de composiciones musicales dedicadas al relax y la
meditación.
Esto
significaría lo esencial, evidente y sencillo de que la música relaja y es por
tanto un buen elemento de “regulación” y
apaciguamiento de nuestros estados de tensión.
OK.
En esto casi todos podremos estar de acuerdo.
Los que además hayáis trabajado con el capítulo 3403 anterior habréis
podido comprender la técnica auto-regu-motivacional de la escucha de una
determinada música, en un momento determinado, para revivir determinada
situación de vivencias positivas y poder así recuperar en el momento presente
ese estado emocional de bienestar.
Finalmente,
en estos párrafos introductorios del tema quiero recordar esa otra idea
comúnmente aceptada de que “hay una música para cada ocasión”. Y así como hemos
comentado que la música es un maravilloso bálsamo para los momentos de tensión,
también está perfectamente estudiado (Risoterapia) la adecuación de ritmos
musicales diferentes para la movilidad, la excitación, la competitividad y
hasta la creatividad artística.
Nos
encontramos, pues, ya, con que el enfoque de
“auto-regu-motivación” de la música no debemos entenderla limitada a
escuchar música para relajarnos y quitarnos las tensiones sino también para los
procesos o fines comentados.
Quiero
ahora recordar un par de frases de una publicación, del año 2013 en la revista Science,
con motivo de un estudio realizado por un grupo
internacional de investigadores
liderado por científicos de la Universidad de Montreal
(Canadá), que fueron quienes señalaron que una parte del cerebro, el núcleo
accumbens, podría ser la responsable de la sensación de placer que los humanos
experimentan cuando escuchan alguna melodía.
Pero estos científicos, en dicho informe, señalaban un aspecto que es el
que yo quiero recordar ahora; decían : “Pero el núcleo accumbens (un núcleo de
neuronas del encéfalo) no trabaja solo,
sino que interactúa con algunas de las partes más evolucionadas y complejas del
cerebro –áreas sensorial, emocional y ejecutiva–“ ….. “Ahora bien, el cómo
varias partes del cerebro reaccionan a la música concreta dependerá de los
tipos de melodías a los que hemos estado expuestos a lo largo de la vida y, por
tanto, será una respuesta individual y “aprendida””.
¿Qué quieren decir
estas últimas palabras citadas?, ¿por qué las traigo a colación es este capítulo?,
porque están en la línea del enfoque del
Curso: porque hablan de una capacitación, de un aprendizaje a lo largo de
nuestra vida.
Mirad, todos conocemos esa popular frase
de que “somos lo que comemos”. Las
personas más profundas y exactas, pueden cambiar esa frase por la de que “somos de lo que nos alimentamos”, pues no es
lo mismo la comida que el alimento, pues como escribió Concepción Arenal en su
fábula “El sobrio y el glotón”, “No nutre lo que se
come sino lo que se digiere” Así
también es muy popular la frase “Somos lo que leemos”, a la que perfectamente
se le puede añadir la frase de Concepción Arenal, pues no hay mejor ejemplo,
mil veces repetido, de gente que devora libros pero no asimila ninguna de sus
enseñanzas.
Pues
bien podríamos decir lo mismo: “Somos la música que escuchamos”; pero por la
misma similitud de “asimilación” comentada, lo es lo mismo “oír” que
“escuchar”, pues como señala Alberto Bustos en su “Blog de Lengua”
La
diferencia entre oír y escuchar está en la intención. Escuchar es algo que se
hace intencionadamente, mientras que oír es algo que sucede independientemente
de nuestra voluntad. Por eso podemos oír sin querer. En cambio, es imposible
escuchar sin querer porque dentro del concepto de escuchar está la idea de intencionalidad.
Las
cosas que se hacen intencionadamente se hacen para algo, o sea, llevan asociada
la idea de finalidad. En cambio, las cosas que nos suceden independientemente
de nuestra voluntad carecen de finalidad.
Y
así hemos llegado al planteamiento que yo quería traer a este cuarto capítulo
de técnicas de auto-regu-motivación de este Curso de “gestión emocional”: No se
trata de “oír música”, cualquiera, que está muy bien, sino de “escuchar”
aquella música que quiero escuchar en este momento “para” un determinado fin, y realizar ese
proceso de “consciencia” y asimilación-incorporación” a mi propia esencia que
es lo que irá configurando paulatinamente mi personalidad, mi forma de ser, mi
forma de sentir, mi forma de comportarme.
Y
voy a insistir una vez más: es bueno, es
maravilloso, oír música para lograr relajarnos, quitarnos las tensiones, y
hasta para estudiar con una música de fondo de Bach o Mozart; simplemente
quiero “añadir” un algo más, un paso más en un enfoque de “crecimiento personal”: el aprendizaje (de
aprehender): el coger algo de esa experiencia de escucha y trasladarlo a
nuestro sentimiento; sentirnos más henchidos de paz, o de fuerza, pero en
cualquier caso de seguridad y autoestima
Y
¿cómo realizar mejor esta labor?. Sin discusión alguna, sin dogmatismos, esto es
un proceso individual. Cada cual, en cada momento, puede considerar mejor un
sistema u otro. Yo ahora, aquí, simplemente voy a aportar mis consideraciones
respecto a un par de factores a tener en cuenta:
¿Uno,
o varios sentidos?, ¿viendo, o imaginando?, ¿audio sólo o vídeo?
Seguro
que todos y cada uno de vosotros estáis de acuerdo en que ésta es una
diferenciación clara y cada uno de vosotros inmediatamente se habrá sentido más
identificado con una opción que con otra. Cada uno tendrá que ir experimentando
qué le va mejor, pero yo quiero llamar vuestra atención sobre los siguientes
aspectos:
1º.- Los sentidos multiplican y se influyen,
tanto en un mismo sentido como en el contrario. Por ejemplo: hay casos en que
nos gusta oír una canción a un determinado intérprete, pero no nos gusta su
aspecto físico, por lo que preferimos escucharle sin verle. Por el contrario,
hay veces que un intérprete de un determinado instrumento lo hace con tal
escenificación que nos multiplica la emoción o el placer de “ver” esa música
(Ejemplo: Bond)
2º.- Los vídeos alteran, completando o distrayendo,
el aspecto puramente musical, bien por exceso de coreografía, o, por el
contrario por la creación del ambiente apropiado para sacar el máximo de
sentimiento de una pieza musical (Ejemplo: Coro de los
esclavos, de Nabuco)
3º.- Los videos “socializan” más nuestras
vivencias musicales, y a lo largo de este Curso siempre he mantenido una línea
básica que es la relevancia que en nuestro equilibrio y gestión emocional
supone la integración social. Vivimos en sociedad y para la sociedad; nos
sentiremos mucho más felices cuanto más integrados nos sintamos emocionalmente.
En este sentido, los que ya me conozcáis más, a través de este mismo Curso, de
mis talleres, o de mi Blog “Universidad de la
Vida”, sabéis que tengo un ejemplo
especial en los vídeos de André Rieu, en gran parte por lo que planteo en el
párrafo siguiente
Y
finalmente, para acabar con este apartado dedicado a la música como herramienta
auto-regu-motivadora, el segundo factor o aspecto complementario que quería
plantear es el siguiente:
¿Debe
utilizarse la música para “escapar o afrontar” una determinada emoción?
Una
mesa redonda de puesta en común de profesionales y trainers en gestión
emocional sobre si para afrontar un sentimiento hay que buscar el sentimiento
contrario, o, por el contrario, “vivir a tope” el sentimiento que tengamos en
ese momento, nos mantendría en discusión durante mucho tiempo y todos
probablemente estarían de acuerdo con los demás en que en sus diferentes puntos
de partida había elementos ciertos y válidos, pero probablemente no lleguen a
ningún acuerdo único, pues así viene siendo desde hace más de cien años.
Por
ejemplo, en casos de una situación en la que nos embargue el sentimiento de
pena, muchos especialistas en el tema abogan por “sentir la emoción de pena al
máximo, y dejarse llevar por el llanto”, y hay sesiones de músico-terapia que
utilizan una música especialmente triste para lograr esa catarsis.
Lo mismo
puede suceder con un sentimiento de ira, en que utilicemos una música que nos
lleve a pegar gritos y patadas a las cosas o puñetazos a las paredes; y han
sido muy comunes a finales del siglo pasado los talleres o sesiones de
“liberación” para ejecutivos y personal de empresas muy competitivas, en que se
daba ocasión de sacar toda la tensión y furia acumulada aunque fuera rompiendo
todo lo que se pusiera por delante
Yo
quiero decir al respecto un par de cosas:
En
primer lugar la “liberación de emociones” en estas circunstancias debe hacerse
siempre en presencia y bajo la tutela de un especialista, ya que existen
evidentes peligros de descontrol de la situación, tanto a nivel emocional como
físico.
Pero,
por encima de ello, mi opinión personal es que esta técnica no suele provocar
ventajas a largo plazo sino todo lo contrario: la persona que “se habitúa” a
utilizar esta técnica tiene muchas probabilidades de entrar en un ciclo de “no
gestión preventiva” – “liberación brusca” – “permanencia de estado”. ¿Qué
quiere decir esto?, que la persona no hace proceso alguno de “resolución del
origen de la situación conflictiva, sino que se acostumbra a que le baste poder
liberarse de la tensión y el malestar en un momento, aunque vuelva a repetir la
misma situación una y otra vez”. Además, ello suele ir unido a un incremento de
la “inculpación a los demás” y a una pérdida progresiva del locus de control
interno
Los
estados anímicos debemos vivenciarlos: conocerlos, comprenderlos, y valorarlos
adecuadamente; y sí es cierto que en vez de “tratar de olvidarlos o
minusvalorarlos” lo que debemos hacer es ser conscientes de su realidad y
afrontarlos de la manera adecuada. Por eso, en ciertos talleres de
músico-terapia (que normalmente siempre acaban con música y ejercicios muy
positivadores y energetizantes) también se utilizan esos periodos de música “triste” y
“melancólica” para que los asistentes conecten y vivencien esos sentimientos de
tristeza, pena o melancolía, y los asuman y afronten desde su interior positivo
En
este enfoque, me viene a la mente una frase de Gustave Flaubert que decía “La melancolía no
es un triste recuerdo, sino la llave que nos permite abrirnos al verdadero
significado del amor”
Y
para enlazar con la segunda parte de este capítulo, dedicado a la danza, y
recordando el ejemplo citado de los vídeos de André Rieu (o cualesquiera
similares) hay dos preguntas que cualquier persona que quiera “crecer” en su desarrollo personal debe
plantearse cada vez que use estas herramientas de auto-regu-motivación:
1ª.- ¿Soy incapaz de sentirme contagiado por la
alegría que observo en los demás en estos actos colectivos de índole musical?
¿Por qué puede ser?
2ª.- Si, por el contrario, percibo y siento
dentro de mí una mejora sensible al escuchar-observar-vivenciar estas piezas o
actuaciones musicales, ¿por qué no las uso más a menudo para ir creando mi
mundo de recuperación emocional? (Capit.
3403)
Bien,
pues vamos a pasar a la segunda parte de este capítulo: la utilización del
baile y la danza como técnica de auto-regu-motivación, y para ello voy a
comenzar proponiendo que os hagáis las siguientes cuatro preguntas:
1ª.-
¿Bailo a menudo?, ¿dónde?, ¿con quien?
2ª.-
¿Bailo más o menos que antes? ¿por qué?
3ª.-
Si voy a bailar a sitios públicos, ¿para qué voy?, ¿con quién?
4ª.-
¿Qué efectos suele tener el baile en mí?
Os
animo a que paréis de leer lo siguiente y dediquéis un tiempo a contestaros a
estas preguntas. Si lo hacéis sacaréis sin duda mucho más provecho de las ideas
que yo os pueda ir planteando a lo largo del artículo; y, para ello, debéis de
tener en cuenta que cuando utilizo la palabra “baile” también me refiero a la
“danza”
¿Ya
lo habéis hecho?, OK, pues continuaremos adelante
Para
contestar a las dos primeras preguntas os voy a contar un secreto. Os voy a
contar cosas de mi vida privada. Permitídmelo porque no hay en ello ningún
atisbo de ego ni de vanidad, sino simplemente el valor de una experiencia sobre
la que luego explicaré varios de mis planteamientos. Cuando mis hijos eran
niños, y jóvenes, y vivían conmigo, día sí y día también me preguntaban que qué
me pasaba, que si estaba loco, …porque me veían cantar y danzar yo solo por
toda la casa. Hace 22 años que la que sería mi segunda mujer se fijó en mí al
verme bailar en una sala de fiestas. Siempre he sido muy bailarín. Siempre me
han considerado en mi entorno una persona muy bailarina …… aunque mis más
allegados siempre me han dicho que yo "no bailo bien", que "no sé bailar”, que yo “danzo a mi aire”.
Y
así os planteo la primera cuestión: ¿bailamos–danzamos sólo en compañía de
alguien, o en sitios “oficiales” para ello?. Comentaré que el baile en
compañía, el baile social, puede ser tan “bueno” (en el plano contextual de
este Curso) como el individual, pero yo quiero insistir en la capacidad
individual para ponernos a bailar-danzar estando solos, a nuestra capacidad de
movilizar nuestro cuerpo, nuestra capacidad de “auto”-regu-motivación
No
tenemos que ponernos a bailar como “una obligación”, como si nos tuviéramos que
tomar la pastilla de las cinco. Tenemos que ser capaces de quitar nuestras
tensiones físicas, mentales y emocionales liberando los movimientos de nuestros
cuerpo, dejándole fluir y …¡¡¡siendo conscientes de la felicidad-bienestar que
sentimos en ello!!!
Y
este ponernos a bailar puede ser en cualquier instante y de cualquier duración.
Yo a veces estoy cocinando, y como soy un pequeño desastre en habilidades
domesticas (pequeño desastre quiere decir que soy muy poco desastre, jajaja)
soy de los que si una cosa tiene que estar diez minutos al fuego, esos diez
minutos me los paso en la cocina mirándolo “por si acaso”. Pues bien, si en
esos diez minutos hay una música adecuada en la radio yo me desato y me pongo a
bailar-danzar …¡¡¡de cualquier manera!!! …con tal que me sienta suelto y... ¡¡¡ al
ritmo de la música, eso sí!! porque he de integrarme en ese auto-entorno que
creo
Otras
veces, si tengo más tiempo, me pongo una música especial de danza y me dedico a
disfrutar de ello.
En
mis talleres, suelo utilizar un vídeo de una música africana, que os traigo
aquí como ejemplo. Os pongo el enlace concreto al vídeo para quienes queráis
verlo en Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=bFABuq4ZWaQ&feature=youtu.be
La
música de este vídeo es una música africana, de mucho ritmo y esencialmente “energetizante”.
¿Por
qué os la pongo como “ejemplo” de esta técnica de auto-regu-motivación? Porque
una de las cosas en que más insisto yo en mis talleres es que la gente (los participantes
en el taller) no tienen que preocuparse de “hacer lo mismo” que pueden estar
viendo en el vídeo. No es nada malo tratar de hacerlo, tratar de llegar a
bailar como la profesora del grupo, pero lo realmente importante es que cada
uno encuentre “su propio ritmo”, su propio nivel de relajación y consciencia,
su propio entorno de bienestar
Insisto,
no es necesario pensar en estos ritmos energetizantes, pueden ser perfectamente
melodiosos, románticos, sensuales….y hasta melancólicos. “Bailar la tristeza”
es una de las terapias más positivas que hay: dejar que tu cuerpo se exprese
por sí mismo y tú sentirte él y a la vez su compañero de baile te permite “dimensionar”
el dolor y la capacidad de bailar a pesar de ello. Yo conocí a un terapeuta que
explicaba este fenómeno con la siguiente comparación: “Cuando se consigue “bailar
la tristeza” la persona acaba sintiéndose como cuando sales de un baño caliente
con espuma después de un día de agotamiento”. Es algo parecido a las terapias
con sombras en las que se induce al sujeto a seguir, bailar, o hacer lo mismo
que haga la sombra. Pero en este caso es lo que yo denomino “un esfuerzo
externo” para lograr ese fin; mientras que en la danza en solitario “bailando
con nuestra tristeza” auto-generamos las energías y sensaciones de bienestar
desde nuestro propio interior. Somos nosotros los que "decidimos" bailar con nuestra tristeza, no es nuestra trizteza los que inmoviliza nuestra voluntad
Y
ahora vamos a dar el último paso de este capítulo, nos vamos a la discoteca o a la “sala de baile”….
y nos preguntamos ¿por qué vamos al baile?, ¿con quien? y ¿para qué?
Voy
a arriesgarme a poner una serie de posibles respuestas que ni tienen que ser
las más acertadas, ni tienen por qué ser las vuestras; pero que sí sirven para
soportar el uso que vamos a hacer de ellas en este capítulo del curso.
Unos,
unas, podrán ir porque van sus amigos o amigas y no se quieren quedar solos/as;
otros/as puede que lo hagan para beber y ligar todo lo que se pueda; otros simplemente
porque les encanta bailar; otros porque
bailan muy bien y les gusta sentirse observados y envidiados; y quizás algunos
simplemente porque es una costumbre que tienen desde hace años cada jueves,
cada sábado o cada domingo.
¿Qué es lo
importante que yo quiero poner de relieve en cualquiera d estos casos? Dos cosas muy, muy
sencillas:
- Que vayas a la discoteca, o al baile por la razón (“por qué”) o motivo (“para qué”) que sea, lo importante es que seas consciente de lo que puedes hacer en ese momento, de lo que estás haciendo, y que seas capaz de disfrutarlo y sentirte bien con ello
- Y, que si no es así, ….¡¡¡qué no vayas!!!
En
definitiva (“locus de control”) que no pongas fuera de ti la posibilidad del
bienestar que buscas, sino que la encuentres en tu propia integración con el
entorno. Se consciente de la “vivencia
placentera” que puede proporcionarte el baile. ¡¡Quítate las rigideces físicas
y mentales; siéntete libre y flexibles; siéntete capaz de disfrutar; … ¡¡¡
SIÉNTETE !!!
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