BLOG COMPLEMENTARIO

1 nov 2015

3404.- AUTORREGULACIÓN POR MÚSICA Y DANZA




Hoy nos vamos a enfrentar  a uno de los capítulos más difíciles de este Curso. Bueno, en realidad no es del todo exacta esta expresión; la realidad es que yo me enfrento a uno de los capítulos más difíciles de desarrollar. 

Y ¿por qué?, porque, con toda probabilidad, si preguntásemos a cualquier persona qué entiende, o qué se imagina lo que quiere decir el título de este capítulo casi seguro que coincidirían todos y nadie tendría ninguna duda o dificultad para contestar: “pues que oír música y bailar viene muy bien para quitar las tensiones y olvidarnos de los momentos de tristeza o amargura”, …y ya está, así de sencillo; pero resulta que yo voy a intentar algo  “tan poco sencillo” como decir que sí, que eso es así, pero que no sólo es eso y así
 
Bien, empecemos con este galimatías

Los que hayáis seguido este Curso a lo largo de todos sus capítulos tendréis ya muy claro el objetivo o sentido fundamental del mismo: Ir adquiriendo capacidades para gestionar nuestro día a día en orden a poder sentirnos en paz y bienestar con nosotros mismos y nuestro entorno.

Todos recordamos la frase “la música amansa a las fieras”; y todos conocemos la existencia de miles de composiciones musicales dedicadas al relax y la meditación.

Esto significaría lo esencial, evidente y sencillo de que la música relaja y es por tanto un buen elemento de  “regulación” y apaciguamiento de nuestros estados de tensión.



OK. En esto casi todos podremos estar de acuerdo.  Los que además hayáis trabajado con el capítulo 3403 anterior habréis podido comprender la técnica auto-regu-motivacional de la escucha de una determinada música, en un momento determinado, para revivir determinada situación de vivencias positivas y poder así recuperar en el momento presente ese estado emocional de bienestar. 

Finalmente, en estos párrafos introductorios del tema quiero recordar esa otra idea comúnmente aceptada de que “hay una música para cada ocasión”. Y así como hemos comentado que la música es un maravilloso bálsamo para los momentos de tensión, también está perfectamente estudiado (Risoterapia) la adecuación de ritmos musicales diferentes para la movilidad, la excitación, la competitividad y hasta la creatividad artística.

Nos encontramos, pues, ya, con que el enfoque de  “auto-regu-motivación” de la música no debemos entenderla limitada a escuchar música para relajarnos y quitarnos las tensiones sino también para los procesos o fines comentados.

Quiero ahora recordar un par de frases de una publicación, del año 2013 en la revista Science, con motivo de un estudio realizado por un grupo  internacional de investigadores  liderado por científicos de la Universidad de Montreal (Canadá), que fueron quienes señalaron que una parte del cerebro, el núcleo accumbens, podría ser la responsable de la sensación de placer que los humanos experimentan cuando escuchan alguna melodía.  Pero estos científicos, en dicho informe, señalaban un aspecto que es el que yo quiero recordar ahora; decían : “Pero el núcleo accumbens (un núcleo de neuronas del encéfalo)  no trabaja solo, sino que interactúa con algunas de las partes más evolucionadas y complejas del cerebro –áreas sensorial, emocional y ejecutiva–“ ….. “Ahora bien, el cómo varias partes del cerebro reaccionan a la música concreta dependerá de los tipos de melodías a los que hemos estado expuestos a lo largo de la vida y, por tanto, será una respuesta individual y “aprendida””.

¿Qué quieren decir estas últimas palabras citadas?, ¿por qué las traigo a colación es este capítulo?,  porque están en la línea del enfoque del Curso: porque hablan de una capacitación, de un aprendizaje a lo largo de nuestra vida. 

Mirad, todos conocemos esa popular frase de  que “somos lo que comemos”. Las personas más profundas y exactas, pueden cambiar esa frase por la de que  “somos de lo que nos alimentamos”, pues no es lo mismo la comida que el alimento, pues como escribió Concepción Arenal en su fábula “El sobrio y el glotón”, “No nutre lo que se come sino lo que se digiere”   Así también es muy popular la frase “Somos lo que leemos”, a la que perfectamente se le puede añadir la frase de Concepción Arenal, pues no hay mejor ejemplo, mil veces repetido, de gente que devora libros pero no asimila ninguna de sus enseñanzas.

Pues bien podríamos decir lo mismo: “Somos la música que escuchamos”; pero por la misma similitud de “asimilación” comentada, lo es lo mismo “oír” que “escuchar”, pues como señala Alberto Bustos en su “Blog de Lengua”
La diferencia entre oír y escuchar está en la intención. Escuchar es algo que se hace intencionadamente, mientras que oír es algo que sucede independientemente de nuestra voluntad. Por eso podemos oír sin querer. En cambio, es imposible escuchar sin querer porque dentro del concepto de escuchar está la idea de intencionalidad.
Las cosas que se hacen intencionadamente se hacen para algo, o sea, llevan asociada la idea de finalidad. En cambio, las cosas que nos suceden independientemente de nuestra voluntad carecen de finalidad.


Y así hemos llegado al planteamiento que yo quería traer a este cuarto capítulo de técnicas de auto-regu-motivación de este Curso de “gestión emocional”: No se trata de “oír música”, cualquiera, que está muy bien, sino de “escuchar” aquella música que quiero escuchar en este momento  “para” un determinado fin, y realizar ese proceso de “consciencia” y asimilación-incorporación” a mi propia esencia que es lo que irá configurando paulatinamente mi personalidad, mi forma de ser, mi forma de sentir, mi forma de comportarme.

Y voy a insistir una vez más:  es bueno, es maravilloso, oír música para lograr relajarnos, quitarnos las tensiones, y hasta para estudiar con una música de fondo de Bach o Mozart; simplemente quiero “añadir” un algo más, un paso más en un enfoque de  “crecimiento personal”: el aprendizaje (de aprehender): el coger algo de esa experiencia de escucha y trasladarlo a nuestro sentimiento; sentirnos más henchidos de paz, o de fuerza, pero en cualquier caso de seguridad y autoestima

Y ¿cómo realizar mejor esta labor?. Sin discusión alguna, sin dogmatismos, esto es un proceso individual. Cada cual, en cada momento, puede considerar mejor un sistema u otro. Yo ahora, aquí, simplemente voy a aportar mis consideraciones respecto a un par de factores a tener en cuenta:

¿Uno, o varios sentidos?, ¿viendo, o imaginando?, ¿audio sólo o vídeo? 

Seguro que todos y cada uno de vosotros estáis de acuerdo en que ésta es una diferenciación clara y cada uno de vosotros inmediatamente se habrá sentido más identificado con una opción que con otra. Cada uno tendrá que ir experimentando qué le va mejor, pero yo quiero llamar vuestra atención sobre los siguientes aspectos:

1º.- Los sentidos multiplican y se influyen, tanto en un mismo sentido como en el contrario. Por ejemplo: hay casos en que nos gusta oír una canción a un determinado intérprete, pero no nos gusta su aspecto físico, por lo que preferimos escucharle sin verle. Por el contrario, hay veces que un intérprete de un determinado instrumento lo hace con tal escenificación que nos multiplica la emoción o el placer de “ver” esa música (Ejemplo: Bond

2º.- Los vídeos alteran, completando o distrayendo, el aspecto puramente musical, bien por exceso de coreografía, o, por el contrario por la creación del ambiente apropiado para sacar el máximo de sentimiento de una pieza musical (Ejemplo: Coro de los esclavos, de Nabuco)

3º.- Los videos “socializan” más nuestras vivencias musicales, y a lo largo de este Curso siempre he mantenido una línea básica que es la relevancia que en nuestro equilibrio y gestión emocional supone la integración social. Vivimos en sociedad y para la sociedad; nos sentiremos mucho más felices cuanto más integrados nos sintamos emocionalmente. En este sentido, los que ya me conozcáis más, a través de este mismo Curso, de mis talleres, o de mi Blog “Universidad de la Vida”, sabéis que tengo un ejemplo especial en los vídeos de André Rieu, en gran parte por lo que planteo en el párrafo siguiente


Y finalmente, para acabar con este apartado dedicado a la música como herramienta auto-regu-motivadora, el segundo factor o aspecto complementario que quería plantear es el siguiente: 

¿Debe utilizarse la música para “escapar o afrontar” una determinada emoción?

Una mesa redonda de puesta en común de profesionales y trainers en gestión emocional sobre si para afrontar un sentimiento hay que buscar el sentimiento contrario, o, por el contrario, “vivir a tope” el sentimiento que tengamos en ese momento, nos mantendría en discusión durante mucho tiempo y todos probablemente estarían de acuerdo con los demás en que en sus diferentes puntos de partida había elementos ciertos y válidos, pero probablemente no lleguen a ningún acuerdo único, pues así viene siendo desde hace más de cien años.

Por ejemplo, en casos de una situación en la que nos embargue el sentimiento de pena, muchos especialistas en el tema abogan por “sentir la emoción de pena al máximo, y dejarse llevar por el llanto”, y hay sesiones de músico-terapia que utilizan una música especialmente triste para lograr esa catarsis. 
Lo mismo puede suceder con un sentimiento de ira, en que utilicemos una música que nos lleve a pegar gritos y patadas a las cosas o puñetazos a las paredes; y han sido muy comunes a finales del siglo pasado los talleres o sesiones de “liberación” para ejecutivos y personal de empresas muy competitivas, en que se daba ocasión de sacar toda la tensión y furia acumulada aunque fuera rompiendo todo lo que se pusiera por delante


Yo quiero decir al respecto un par de cosas: 

En primer lugar la “liberación de emociones” en estas circunstancias debe hacerse siempre en presencia y bajo la tutela de un especialista, ya que existen evidentes peligros de descontrol de la situación, tanto a nivel emocional como físico. 

Pero, por encima de ello, mi opinión personal es que esta técnica no suele provocar ventajas a largo plazo sino todo lo contrario: la persona que “se habitúa” a utilizar esta técnica tiene muchas probabilidades de entrar en un ciclo de “no gestión preventiva” – “liberación brusca” – “permanencia de estado”. ¿Qué quiere decir esto?, que la persona no hace proceso alguno de “resolución del origen de la situación conflictiva, sino que se acostumbra a que le baste poder liberarse de la tensión y el malestar en un momento, aunque vuelva a repetir la misma situación una y otra vez”. Además, ello suele ir unido a un incremento de la “inculpación a los demás” y a una pérdida progresiva del locus de control interno

Los estados anímicos debemos vivenciarlos: conocerlos, comprenderlos, y valorarlos adecuadamente; y sí es cierto que en vez de “tratar de olvidarlos o minusvalorarlos” lo que debemos hacer es ser conscientes de su realidad y afrontarlos de la manera adecuada. Por eso, en ciertos talleres de músico-terapia (que normalmente siempre acaban con música y ejercicios muy positivadores y energetizantes) también se utilizan esos periodos de música “triste” y “melancólica” para que los asistentes conecten y vivencien esos sentimientos de tristeza, pena o melancolía, y los asuman y afronten desde su interior positivo
En este enfoque, me viene a la mente una frase de  Gustave Flaubert que decía “La melancolía no es un triste recuerdo, sino la llave que nos permite abrirnos al verdadero significado del amor”

Y para enlazar con la segunda parte de este capítulo, dedicado a la danza, y recordando el ejemplo citado de los vídeos de André Rieu (o cualesquiera similares) hay dos preguntas que cualquier persona que quiera  “crecer” en su desarrollo personal debe plantearse cada vez que use estas herramientas de auto-regu-motivación:

1ª.- ¿Soy incapaz de sentirme contagiado por la alegría que observo en los demás en estos actos colectivos de índole musical? ¿Por qué puede ser?

2ª.- Si, por el contrario, percibo y siento dentro de mí una mejora sensible al escuchar-observar-vivenciar estas piezas o actuaciones musicales, ¿por qué no las uso más a menudo para ir creando mi mundo de recuperación emocional? (Capit. 3403)



Bien, pues vamos a pasar a la segunda parte de este capítulo: la utilización del baile y la danza como técnica de auto-regu-motivación, y para ello voy a comenzar proponiendo que os hagáis las siguientes cuatro preguntas:
1ª.- ¿Bailo a menudo?, ¿dónde?, ¿con quien?
2ª.- ¿Bailo más o menos que antes? ¿por qué?
3ª.- Si voy a bailar a sitios públicos, ¿para qué voy?, ¿con quién?
4ª.- ¿Qué efectos suele tener el baile en mí?

Os animo a que paréis de leer lo siguiente y dediquéis un tiempo a contestaros a estas preguntas. Si lo hacéis sacaréis sin duda mucho más provecho de las ideas que yo os pueda ir planteando a lo largo del artículo; y, para ello, debéis de tener en cuenta que cuando utilizo la palabra “baile” también me refiero a la “danza”

¿Ya lo habéis hecho?, OK, pues continuaremos adelante

Para contestar a las dos primeras preguntas os voy a contar un secreto. Os voy a contar cosas de mi vida privada. Permitídmelo porque no hay en ello ningún atisbo de ego ni de vanidad, sino simplemente el valor de una experiencia sobre la que luego explicaré varios de mis planteamientos. Cuando mis hijos eran niños, y jóvenes, y vivían conmigo, día sí y día también me preguntaban que qué me pasaba, que si estaba loco, …porque me veían cantar y danzar yo solo por toda la casa. Hace 22 años que la que sería mi segunda mujer se fijó en mí al verme bailar en una sala de fiestas. Siempre he sido muy bailarín. Siempre me han considerado en mi entorno una persona muy bailarina …… aunque mis más allegados siempre me han dicho que yo  "no bailo bien",  que "no sé bailar”, que yo  “danzo a mi aire”. 

Y así os planteo la primera cuestión: ¿bailamos–danzamos sólo en compañía de alguien, o en sitios “oficiales” para ello?. Comentaré que el baile en compañía, el baile social, puede ser tan “bueno” (en el plano contextual de este Curso) como el individual, pero yo quiero insistir en la capacidad individual para ponernos a bailar-danzar estando solos, a nuestra capacidad de movilizar nuestro cuerpo, nuestra capacidad de  “auto”-regu-motivación

No tenemos que ponernos a bailar como “una obligación”, como si nos tuviéramos que tomar la pastilla de las cinco. Tenemos que ser capaces de quitar nuestras tensiones físicas, mentales y emocionales liberando los movimientos de nuestros cuerpo, dejándole fluir y …¡¡¡siendo conscientes de la felicidad-bienestar que sentimos en ello!!!

Y este ponernos a bailar puede ser en cualquier instante y de cualquier duración. Yo a veces estoy cocinando, y como soy un pequeño desastre en habilidades domesticas (pequeño desastre quiere decir que soy muy poco desastre, jajaja) soy de los que si una cosa tiene que estar diez minutos al fuego, esos diez minutos me los paso en la cocina mirándolo “por si acaso”. Pues bien, si en esos diez minutos hay una música adecuada en la radio yo me desato y me pongo a bailar-danzar …¡¡¡de cualquier manera!!! …con tal que me sienta suelto y... ¡¡¡ al ritmo de la música, eso sí!!  porque he de integrarme en ese auto-entorno que creo

Otras veces, si tengo más tiempo, me pongo una música especial de danza y me dedico a disfrutar de ello.

En mis talleres, suelo utilizar un vídeo de una música africana, que os traigo aquí como ejemplo. Os pongo el enlace concreto al vídeo para quienes queráis verlo en Youtube. 

https://www.youtube.com/watch?v=bFABuq4ZWaQ&feature=youtu.be

https://www.youtube.com/watch?v=bFABuq4ZWaQ&feature=youtu.be

La música de este vídeo es una música africana, de mucho ritmo y esencialmente “energetizante”.  
¿Por qué os la pongo como “ejemplo” de esta técnica de auto-regu-motivación? Porque una de las cosas en que más insisto yo en mis talleres es que la gente (los participantes en el taller) no tienen que preocuparse de “hacer lo mismo” que pueden estar viendo en el vídeo. No es nada malo tratar de hacerlo, tratar de llegar a bailar como la profesora del grupo, pero lo realmente importante es que cada uno encuentre “su propio ritmo”, su propio nivel de relajación y consciencia, su propio entorno de bienestar

Insisto, no es necesario pensar en estos ritmos energetizantes, pueden ser perfectamente melodiosos, románticos, sensuales….y hasta melancólicos. “Bailar la tristeza” es una de las terapias más positivas que hay: dejar que tu cuerpo se exprese por sí mismo y tú sentirte él y a la vez su compañero de baile te permite “dimensionar” el dolor y la capacidad de bailar a pesar de ello. Yo conocí a un terapeuta que explicaba este fenómeno con la siguiente comparación: “Cuando se consigue “bailar la tristeza” la persona acaba sintiéndose como cuando sales de un baño caliente con espuma después de un día de agotamiento”. Es algo parecido a las terapias con sombras en las que se induce al sujeto a seguir, bailar, o hacer lo mismo que haga la sombra. Pero en este caso es lo que yo denomino “un esfuerzo externo” para lograr ese fin; mientras que en la danza en solitario “bailando con nuestra tristeza” auto-generamos las energías y sensaciones de bienestar desde nuestro propio interior. Somos nosotros los que "decidimos" bailar con nuestra tristeza, no es nuestra trizteza los que inmoviliza nuestra voluntad


Y ahora vamos a dar el último paso de este capítulo,  nos vamos a la discoteca o a la “sala de baile”…. y nos preguntamos ¿por qué vamos al baile?, ¿con quien? y  ¿para qué?



Voy a arriesgarme a poner una serie de posibles respuestas que ni tienen que ser las más acertadas, ni tienen por qué ser las vuestras; pero que sí sirven para soportar el uso que vamos a hacer de ellas en este capítulo del curso.

Unos, unas, podrán ir porque van sus amigos o amigas y no se quieren quedar solos/as; otros/as puede que lo hagan para beber y ligar todo lo que se pueda; otros simplemente porque les  encanta bailar; otros porque bailan muy bien y les gusta sentirse observados y envidiados; y quizás algunos simplemente porque es una costumbre que tienen desde hace años cada jueves, cada sábado o cada domingo.

¿Qué es lo importante que yo quiero poner de relieve en cualquiera d estos casos? Dos cosas muy, muy sencillas:
  • Que vayas a la discoteca, o al baile por la razón (“por qué”) o motivo (“para qué”) que sea, lo importante es que seas consciente de lo que puedes hacer en ese momento, de lo que estás haciendo, y que seas capaz de disfrutarlo y sentirte bien con ello
  • Y, que si no es así, ….¡¡¡qué no vayas!!!
 
En definitiva (“locus de control”) que no pongas fuera de ti la posibilidad del bienestar que buscas, sino que la encuentres en tu propia integración con el entorno. Se consciente de  la “vivencia placentera” que puede proporcionarte el baile. ¡¡Quítate las rigideces físicas y mentales; siéntete libre y flexibles; siéntete capaz de disfrutar; … ¡¡¡ SIÉNTETE !!!
















No hay comentarios:

Publicar un comentario